Hasta acabar,
me dejaría la piel en el intento,
rasgaría la tierra de su cuerpo,
comería de sus besos con incienso y
dejaría de ser materia,
si con ello consigo lo imposible,
sorber los jugos de su cuerpo,
saborear el néctar de sus ojos
envueltos en lágrimas de mirra.
Solo un instante bastaría
para poder amarla y transformar
la luz de su mirada,
en radiante foco de sol enamorado,
donde quemarse firme y seguro
en la antorcha, tea, ascua, roja y negra,
para vivir eternamente a su vera.
Para quererla, sólo quererla,
con el corazón injertado en su costado,
plácido y seguro con los
dedos de sus manos,
que atrapado le colman de locura sempiterna.
molina
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