Que difícil es vivir sin
ilusiones,
sin nada que llevarse a la
mente.
Sin un ¡te quiero!
Que resuene en tu vida, sin
un
¡te necesito mi alma!
Parece cursilería.
Quizás los libros de
caballería,
de hidalgos y de cuentos de
hadad,
le estén provocando la
locura.
No soporta la rutina.
Es difícil vivir en ella,
hacer las cosas
mecánicamente,
porque hay que hacerlas.
Sin más.
Se siente ahueco por dentro.
Muerto y se revela.
Sabe que es tarde.
El peso de la losa es grande
y pesada.
Solo le queda la palabra.
Que razón llevaba Blas de
Otero.
Sólo le queda la palabra que
surcan en el aire a
través de la distancia
inundando su alma.
A veces unas palabras.
Un rato de conversación te
libera tu
interior y te quedas atrapado
de la persona
que amas, porque en esas
palabras has
dejado escritas un retazo de
tu vida y
te llevas los ojos de la
amada
junto al roce de sus labios y
su cara.
Recuerdos imborrables que se
mantienen por su limpieza y
su calma.
Con ella alimenta su vida que
creía terminada.
Realidad que forma parte de
muchos seres,
de aquellos que aun sienten
que la vida
les corre por dentro, por
todo su interior.
Hay tanto muerto viviente que
le
ahoga la sensación que brota
de su calma,
rompiendo los muros de la
nada.
Antonio Molina
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