Mujer sentada en el balaústre. Daniela Bartolomé |
UNA
Pasamos la tarde en el cementerio
amontonando rimeros de huesos
blanquecinos, deslavados, un fulgor
alumbrando el claroscuro de la
nocturnidad.
Inclinados al otro, suspendidos del
balcón del deseo nuestras tierras
unieron sus humus y crecieron
sencillas margaritas de lo negro.
Asombradas sentían el acto como
un temblor de lavas y acueductos
coronando un sinfín de ríos verdes,
pequeños afluentes que juntos son uno.
Un agua, un cauce, un latido,
un beso, una orilla, una muerte. Una.
Daniela
Me encanta tanto la ilustración como el poema que los siento transidos de romanticismo casi otoñal abandonando este verano que todavía nos acompaña. Un momento muy grato, Daniela, que se agradece en el alma. Con un abrazo.
ResponderEliminarSalud