Era
fiesta aquel día que, de escombro de yeso,
nos
hacíamos tizas.
El
juego de la tarde era de blanco,
nuestra
novia de infancia y golosinas.
Las
pequeñas manos pintureras, se plagaban
de
planos, de “iturris”, de alocada mecanografía.
De
oro y plata monta y cabe,
en el “Campo Quemao” nos
deshacía,
truquemé
de números y saltos,
de
civiles y cacos en revuelto o,
dibujos,
sin más, porque dan risa.
¡Pobre
yeso! tan soso y tan albar
¡Y
todo lo que salía de sus tripas!
Corazones
en blanco, con dos letras,
volaban
esas tardes desde su pizarra de la calle
¡pizarrita
de asfalto! ¡pizarrita de brea, pizarrita!
daniela
¡Qué viaje a la infancia! Después de leer tu poema, entrecerrando los ojos, he visto desfilar los juegos y aventuras de mi infancia y los sueños de tantos niños como pasaron sus horas de escuela conmigo. De vez en cuando es bueno recordar y dejarse sumergir en lo que fuimos y no dejamos del todo.
ResponderEliminarSalud.
Hola Julio:
Eliminarme agrada que mi poema te haya hecho evocar esa infancia tuya, tanto como la de las niñas y niños que por tu aula pasaron...
Claro que es bueno recordar de vez en cuando, yo haciéndolo transito hacia la alegría. Gracias.
daniela
Un poema cálido y entrañable,amiga...
ResponderEliminarRecordar es volver a vivir y tú lo haces de maravilla,esa niña grande aún vive en ti y es un placer leerla y sentirla en tus letras.
Mi gratitud y mi abrazo inmenso siempe,amiga.
M.Jesús
y que pena que nos dejaran bajar a jugar a BANAKA y cuando algún coche quería pasar lo hiciera por encima de aquel yeso
ResponderEliminar