Brioso y lento. Ojos despiertos.
El sol brisa se encumbra y
el fuego brota impetuoso sobre
las zarzas del camino, en aurora mañanera.
Al cruzarse en ella las heridas de sus zarceados rayos
se hacen placenteras.
Profundas y sagaces le obligan a apretar el paso incandescente.
Sonriente por su poder. Consciente de su fuerza,
nace en la pradera de los sueños,
que se quedan en sierpe de ceniza agresiva
cual hoguera caliginosa y romántica.
Se lo dice a la leña
al recogerla en sus brazos, y sonríe…,
solo sonríe con cara de alameda.
Mientras el sol amarillea
en la cavidad de sus ojeras.
Antonio Molina
No hay comentarios:
Publicar un comentario