Hablamos frente al mar, y comieron las olas
frustraciones pasadas.
Los apéndices huecos se llenaron de cóncavos
pesos de otras manos, y volvieron palabras
a circundar mi cuello.
Me acarican cosquillas por el alma
y el pelo, que vuela entre tus dedos,
sin horquillas ahorcado...
Ahogando el amargor de la muerte reseca,
seduciendo canciones que cantar al oído,
y mordiendo manzanas
de desconocidas Evas, para masticar lento
el placer del regreso.
daniela
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Daniela,resultaría precioso ese reencuentro que nos relatas en el poema...Realmente vuelven sensaciones,paisajes y sabores de antaño y nos recreamos en ellos al ver y sentir a la persona,que nos llega entrañable y querida.
ResponderEliminarMi felicitación por este poema,que he sentido y saboreado,amiga.
Mi abrazo grande y mi ánimo siempre.
M.Jesús
Hola María Jesús:
EliminarSon agradables los reencuentros, sí, como este tuyo por nuestras letras cada vez, cada hoja. Gracias bss.
daniela
No sé qué decir sobre los reencuentros; aunque éste que nos traes hoy me gusta. Además, si el marco viene en formato de ciudad con encanto todo parece predispuesto a la emoción más intensa. Tal vez merezca la pena arriesgarse con algunos reencuentros pendientes.
ResponderEliminarSalud.
Hola Julio:
Eliminarlos reencuentros, ¡qué decir! unas veces bien, otras mal. Lo que sí te aseguro es que hay que darse siempre siempre la oportunidad. Creo que es un riesgo asequible, mejor que el "y si..." que todas y todos sabemos que no da más que dolor de cabeza. Gracias por venir.
daniela