Dicen que huelo a mar,
dices que en mi pecho de arena
vivirías por siempre,
y tus yemas me avanzan
anudando el sentido
por mis dunas gemelas.
Por mis caminos de
hombre, donde espero despierta
para ser ese faro que
te guíe y a tientas,
encuentres el remanso
del puerto que te espera.
Digo, que quisiera,
morir a tu lado y a ciegas,
dejar que me llevaras
por tu risa pradera,
por tus ojos felinos,
que ronronean...
por tu dedo de dios
que hacia el cielo se encrespa
y me eleva a
canciones, a músicas secretas,
a idiomas no
aprendidos que por mi garganta,
trepan y se muestran;
sutiles, vergonzantes,
primigenios cantos de
las sirenas.
Engarzada a tu piel,
mi tuétano en tu mano,
sabré cual será la
hora, cuando el pífano
marque el no minuto, y
en mi pecho de arena,
en la cresta de dunas
anidarás eterno,
¡Cárcel de libertad
sempiterna!
daniela