Lobito en su hábitat
Te encontré entre calles y callejas y,... había olvidado tu nombre.
Ibas con él de la mano pero inquieto, dudoso y asustado.
Me acerqué, no me mirabas. La ciudad y sus coches te aturden,
son como espinas que se te clavan, y me contuve.
Te hablé y tu inquietud me contestaba.
Tu vida está en el campo, la ciudad te resbala, te
delata el temblor de las patas que nerviosas, te bailan.
A tí como a mí la ciudad, nos tuerce, nos pudre,
empobrece el alma, y tú y yo camperos hasta las
ijadas. Cae la noche y bajo madera y seda estrellada
descansas tu lengua, descansas nocturna tu canina alma.
molina
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Precioso Antonio
ResponderEliminargracias querida María, das motivos para seguir dando la lata.
ResponderEliminarun abrazo